Pensar la educación como un acto político, de fe y de amor. Diez cuestiones a tener presente para resignificar la escuela y los proyectos de inclusión educativa en tiempos inciertos
Palabras clave:
EDUCACIÓN, INCLUSIÓN, ESCUELA, ALTERNATIVAS, IMAGINARIOSResumen
En el desarrollo de la presentación exponemos nuestros argumentos sobre la necesidad de resituar la educación y la escuela al servicio de la integración educativa, como herramienta de inclusión social.
Proponemos imaginar una escuela diferente a partir de un análisis crítico de la realidad socioeducativa actual y sus problemas más acuciantes, el desgarramiento del entramado social y la desafiliación subjetiva, la desilusión y el desmantelamiento de la subjetividad (para usar una expresión de Silvia Bleichmar), el riesgo de desintegración social y la exclusión de muchos.
Para los docentes no se trata solamente de estar en la escuela sino de hacer escuela, descubrir la escuela en el barrio, en el centro vecinal, en las bibliotecas populares, en los espacios productivos. Abrir desde el adentro líneas de fuga, posibilidad de intercambios y experiencias sorprendentes.
Proyectar una escuela como alternativa implica instalar nuestra reflexión en el difícil terreno de lo imaginario. Afirmar que la escuela es una construcción imaginaria significa reconocer, en primer lugar que ella es efectivamente construida por la práctica. La escuela pública es instituida por la práctica humana, pero también, necesariamente en la práctica humana. No Hay fatalidad, sino en el mirar que acostumbramos a dirigir sobre ella, sobre nosotros, sobre nuestra sociedad. Entender la escuela como realidad imaginaria, también significa aceptarla como producida en el interior de una relación de investimientos de afectos; existiendo concretamente en el presente como resultante de esta trama de relaciones y como virtualidad del ideal, del proyecto, investimiento del deseo que posee siempre una temporalidad, que crea un pasado como identidad, que crea el futuro como posibilidad y como intención.